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Dos poemas de Pablo Meriguet

Rajatabla

"Tiempo presente y tiempo pasado

se hallan quizá presentes en el tiempo futuro

y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado." T.S. Eliot

/I) Huir sobre el hielo

Inspirado en la película Kongen av Bastøy


Conocí a un hombre un día

Casi todos los días conozco hombres.


Un día no conocí a nadie

Ni a mi hermano

ni al ruido de los cubiertos

ni a mi mandíbula zafada conocí ese día.


Otro más hablé con un muchacho

que cazó una ballena terca enorme

la cual tenía tres arpones atorados en el lomo Él le atinó el cuarto.


Recuerdo el día en que me enteré de que ese muchacho

había muerto como una ballena.


Hubo un día en que los niños de un reformatorio noruego

apalearon al encargado de las llaves hasta que se le salió el cerebro y también los pequeños huesos que hay en el oído "¿Es la nieve la que tiñe de blanco al hueso?"

Se preguntaron esa noche en la cena.


Conocí a un hombre un día

Me miró muy de frente

con la mirada blanca


no se atrevió a matarme

porque yo ya tenía cuatro arpones en el lomo.


Pronto dará un paso al frente

quien tenga el quinto.


/II)La guaba


Cuando cerré el portón

de la casa de mis padres

el árbol de la guaba estaba vivo

Sí/tenía raíces ancianas

ya olvidaba lo que era

el brote de jóvenes ramas

y nuevas fantasías con plumas

pero aún estiraba el verde

valientemente hacia el cielo.


Un día

regresé a la casa

porque un hijo siempre regresa

con un auxilio en el bolsillo

y una utopía hecha jirones

Del árbol

quedan ramas desnudas crujiendo


retorcidas en los temblores que el aire le permite como el cadáver de un rey que aprieta el viento intentando aplastar al olvido que llega (¿acaso quiso encerrarlo en los puños para llevárselo consigo?).


Ha muerto el árbol que creció junto a mí

yo lo veo apenas entro a la casa

para darme cuenta

cómo

casi secretamente

retorciéndose apenas

escondido en mi bolsillo

uno de mis dedos

se seca cruje

y muere

para siempre.






Se me emperró la vida (Fragmentos)

Poema dedicado a todos los ecuatorianos que migraron a España.


A todo lo hago llanto; tengo por ojos

dos atados de ortigas.


Como a mi barrio.

Todo barrio es una patria. Allá lejos en mi barrio...


Así voy a comenzar:


En mi barrio hay una cicatriz

entre el lomo de una perra muy sagrada

y la vereda del mecánico manco.

Mi barrio está preñado de cemento.

Mi barrio ha parido al espanto del rayo

ha parido a un loco que se muerde de frío la mano y agita un revólver en medio de la calle.


En mi barrio se comulga con navajas

silenciadas encías bastardas de labios a veces tímidas

los torsos rojamente estilados y temblorosos

Mi barrio es un puente al revés que nos invoca como a suicidas cuando lo cruzamos lo cruzamos como el grito largo con hilos de sangre de

una rata que avanza por la noche y todos escuchan y nadie se mueve en su cama.

En mi barrio también amanecen abiertos muertos muertos tiesamente muertos los gatos los gatos que amanecen muertos como las escuelas. Mi barrio aprendió a ladrar desde muy joven. Mi barrio existe bajo la noche en la que navega un misil un misil que se enfila absolutamente canino hacia el departamento de una madre soltera a tascar huérfanos para siempre.

En mi barrio hay unos maravillosos trozos de animales chasqueando incendiando humeando las frentes de los albañiles frontales en la cruz-beso de ceniza de una madre que dormita en la trastienda furiosamente. Mi barrio fue el humo en su frente. Mi barrio nunca fue frente frente de una iglesia atravesada por una espada que adoraba crear nadies.

En mi barrio las luces nunca son claras las sombras se avergüenzan de ser sombrasmaldormidas. Mi barrio es como tres barrios “¿qué es un barrio?” se preguntan

los dados grises y desacomodados que dicen preñarse de dormitorios.

Mi barrio se maquilla para no ser barrio no ser barrio porque un barrio agarra tu hígado y lo barre amarillamente.

En mi barrio los pájaros planean La Emboscada de los Caminos es su hora la hora es hora de los únicos ángeles que no van a apuñalarte hoy día

ciegas nubes que naufragan en la luna la tiñen de blanco sin pedir oscuridad a cambio. Mi barrio ha decidido levantar su hombro canallamente. Mi barrio puñetea al viento como un dios como un dios que golpea una sola vez.

[...]

En este metro es Odisea ser un buen miserable

(no me vendrán a estar jodiendo

Jamesito Joyce y Lucho A. Martínez) si miras bien al fondo hay un viejo que llora y nadie le para bola agua o pañuelitos blancos

chilla casi como quinceañera en La Alameda a eso de cuarto para las seis cuando empieza a oler a sombra de espaldas al observatorio de Rayos de García Moreno

después de haberle dado vueltas al bastón agarrándose la cara para que no se le vaya al suelo con una chompa del Mejía recientemente ajena en las rodillas tapando con esos largos cabellos de Solanda el espectáculo que nadie se convida en ignorar;

no, no es como este viejo del vagón en Madrid que llora al fondo bien arrugado solito muy solo como un caracol llamado Pablo que se trepa a la muerte a puntapiés y me dice:

soy yo el que pavimenta los cementerios

soy yo el que mastica en el mientrastanto

el que conspira en sectas públicas soy yo

la negligencia de la buena fortuna la desdicha de sonreír cual hornado el torque de mi mandíbula corrupta ése soy; voy a incendiar lo que está abajo del fondo del mar

el río voy a detener el remolino de cómo tragarte

pero cómo si es que toca tener cuidado para que no me almuercen los ojos verdecitos los gallinazos pero solo puedo saber si siguen junto a mi cráneo aguardando si abro los ojos para cuidarme de que no me hayan cenado los verdecitos los gallinazos

(‘Un gallinazo es una sombra

que quiso ser cóndor’

pensaba de guambra cuando resbalaba por las faldas

de las Monjas a pararme en seco

junto al Machángara

después de Física

sin que me vea más que el silencio

que nunca habló) “No, si vos sois mirlo mismo” me dijo la Michita de El Tingo y tenía razón cartesiana la bruja ésa;

soy yo el que cría plumas.

Y me botó jodiendo fuera del metro, como Atlas a la Tierra ser

un mirlo colado en una rama de cuervos alargando el pico atardecido hasta la locura clavando el arrebol sobre el lomo del Espíritu Santo haciendo bicolores las médulas entre los rayos

densos de mis martillazos sobre la blanquitud que

huele a un gallinero nacional que te ve las huevas

brincar selectivamente pajareramente como juega a la rayuela la memoria a falta de largas piernas, simón, pero sobrevolando encima de los ojos tascados; así queda humeando la gran

grandiosa enorme aldeana universal escenografía del ruralismo urbanizado ¡carajo! y no con

tachuelas de listas de útiles indexadas o con matones guardados en la “Hacademia” quebradizos más inútiles que oro en sueños rojos de Rumiñahui para que les griten desde el graderío del pueblo “¡¡¡la vida les ha dado como a hijos, verdugos!!!”


porque la verdad es un labio abierto que está

aprendiendo a besar bocas con alcohol.

Al futuro remontamos, mijita a chamuscarnos las alas

esquivando al Ícaro que cae mientras enfilados subimos

y de paso bombardeando a Apolo y a sus yegüitas que ayer nos regalaban un pasito

hasta flotar alhajas

sobre el arco terrestre; como cantaba el JotaJota “en el negro azabache de tu blonda cabellera” ahora vos y yo somos un ave negra helada que está suspendida en tus mismas pupilas; así es fantasía dejar de extrañarte si eres la muerte que envuelve a mi muerte.

[...]


Ay, chucha, qué fiero es sufrir con el metro en la mano (mi perro negro debe estar temblado entre los relámpagos) sumando los trayectos entre un recuerdo y un posible abrazo

uno se hace más cursi que caricia de abuela pero lo peor es no poder lanzarle el muerto a ella o por lo menos compartir las pestañas molidas figuretearle un laberinto al descuido tejerle a la paciencia una chompa de esas que pican San Francisco exprimiendo naranjas en el Mercado de Santa Clara con la estigmatización fresquita. Yo sí le dije a mi amor que no me deje de decir “vuelve” me dijo que decirme es una forma de dejar de decir oye te aviso que se me atraganta la vida en las noches, le dije me dice que todo se destruye hermosamente con la luz acordaraste que te metí una navaja debajo de la lengua, me dice también

entonces le digo me partiste la palabra y los besos del crepúsculo para siempre, así le digo no sabes meterte en pelea de cuchillos a media noche, me dice y vuelta le digo que me aterra quedarme mudo y asesino de torsos verás, estaraste pilas con los filos de los brazos, dice entonces le digo que la ternura está siempre a la orilla del desborde en los cuellos/// ///Pero que la muerte es alcahuete del tiempo, me dice verás, me voy a quedar medio callado como curva de carretera, le digo te gritaré en el precipicio de la boca, me dice siempre quise volver a tu cuerpo, le digo y me dice, Principito, no hay resurrección y le digo que me senté al borde de su carretera un día y me dice que no anda por esos caminos le digo que hizo frío esa noche de enero y estuve muy solo temblando como diente de león cuando le rozan los carros, le digo y vuelta me dice que sí, que el frío es el precio del valiente que el frío es la fogata del valiente.

Y valiente me digo que el casco más jodido del combate es el que obliga a defender el cerebro de todas las cosas que podrían venirse contra

la frente de este mestizajareado Mériguet en

un reducto que no está entre dos canas; esto

conduce al “si vuelvo, ya verán todo será coperniqueanamente diferente el aire será para siempre más pesado como en Quito tras Cuatro Días de balazos”

de ello lo aterrador y la estatua que se hace uno:

“pero///////¿...y si vuelvo y me jodo y me tuercen y me escupen y me descolan y me da el cáncer de mi abuelo y me olvido para qué mierda volvía y caigo boca arriba y me venden como colación caducada y me incendio como silbador

y no tengo para la comida y no alcanzo a morir antes que vos y entonces me torno verde y me fríen a las cinco de la mañana y me hago “y” y sólo seré unión y no finalidad

y no héroe y no extrañado y no curiquingue y no payaso

y no nostalgia nueva y sí fréjol y sí raposa y sí penco y sí adivino y sí cholo y sí yayo y sí longo y sí pobre (y sí pobre) y sí dolor de pecho de colibrí y sí granizada de colmillos

y sí consumidor de bajo dragado y sí botella retornable

y si me dolió tanto una vez y por qué volver a hacerlo y si me roban otra vez los bancos y si no hay visas

y si mi hijo es devoto del Atleti del Cholo y mi hija es tragada en boca de alguien como una Mahou y si tengo que volver a irme y si tengo que volver a irme

y si tengo, pucta, que volver a irme...?”. Así toca, mi bonitica, así sale arrancharle una caricia al pistoletazo recordando lo chiQuito que era el mundo denantesito;

ahora queda este imperio español sin sol a sol como dicen esos gringos de The Killers “estamos en el vientre de la bestia” ellos construyendo muros altos y pérfidos nosotros nosotros volando asustados flechas perdidas incendiadas la trompa silbando y aullando desvaneciendo bisabuelos chispa a chispa vaporeando al mar llenándolo de cadáveres para que Jesús camine sobre el agua ignorando la ignorancia el muerto sobre el muerto donde pernocta la falta de luz fosa común de sirios y sudaneses bajo la insignia compañera de estos cóndores tuertos hermanos escupidos con indiferencia sobre el Atlántico: Guayas desaguados en noviembre Chimborazos preñados de hieleros montoneros arrastrados machetes adentro de presidentes sin 10 de agosto aviones besando montañas de frente y sin retorno. Reventando de a poco a estas tierras iberas de la zzzeta

que a ratos cuando volvemos del trabajo de la remesa empiezan a tener pinta de un San Roque suco: vóley de a tres fútbol de a cinco

quiños de a uno humareda de fritada a punto volando orgullosa como sobremesa de fiesta de La Inquisición

arribita de la Puerta del Sol y La Almudena (que a veces sale de noche a que le regale un poquito)

enseñándole qué es la “yapa” al neoliberalismo facturado

guiñar los piropos sin aceptar el golpe del reojo conquistar secretamente los trabajos de limpieza por si hace falta, dejarles jodiendo la ciudad;

[...]

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